En general, término usado para designar las aguas con propiedades minerales y en ocasiones termal, designadas en latín normalmente como “aquae” (aguas) en plural como indica Varrón (Varro. Ling. IX, 41, 68-69), por surgir frecuentemente más de un manantial en el mismo punto o en las proximidades.
En un número considerable de casos, este término aparece en los topónimos de los enclaves termales de época romana, acompañado de un adjetivo que hace referencia a las características de las aguas, al lugar al que se asocian o a los propietarios o entidades que gestionan esas aguas.
Según la definición incluida en el Glosario de la AITB, las aguas mineromedicinales o el agua mineral natural, son aguas procedentes de una fuente natural o perforada, constantes en su composición y caudal, y que, por su composición química, física, fisico-química y microbiológica, tienen propiedades terapétuticas.
Aquellas aguas que también son termales, se definen como aguas termales puesto que “su temperatura de surgencia es superior, por lo menos, en cuatro grados centígrados a la temperatura media anual del lugar en que nazcan, constantes en su temperatura y caudal”.